2. Textos folclóricos. Selección y adaptación.

El folclore hace referencia a los diferentes aspectos de la cultura popular, pero aquí, nos centraremos en aquellos que tienen una estrecha relación con la literatura.

 Las tres  características principales del folclore son: el anonimato, un texto tiene tantos autores como personas lo han narrado, la transmisión oral y la multitud de variantes, debido a la transmisión y adaptación de los textos a las culturas que lo acogieron.

Las personas se han nutrido durante generaciones de una tradición oral, donde hoy no ocupa ningún lugar, ya que hay mucha influencia de las nuevas tecnologías de la comunicación. Sin embargo, hay que reconocer que este tipo de textos sirven para ayudar al niño a aumentar su cultura o a realizar la comunicación de tú a tú.

Por último, hay que recalcar que el cuento folclórico es la herencia que se ha elaborado y transmitido a lo largo de los años, y no se debe negar al niño la posibilidad de conocerla.


Hansel y Gretel




Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer, y en una época de carestía que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer: - ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda? - Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos. - ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras. - ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y no cesó de importunarle hasta que el hombre accedió-. Pero me dan mucha lástima -decía.

Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre desvelados, oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel: - ¡Ahora sí que estamos perdidos! - No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para salir del paso. Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la casa, relucían como plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: - Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de nuevo.

A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños: - ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por leña-. Y dando a cada uno un pedacito de pan, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes, pues no os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal, porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hänsel se detenía de cuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre: - Hänsel, no te quedes rezagado mirando atrás, ¡atención y piernas vivas! - Es que miro el gatito blanco, que desde el tejado me está diciendo adiós -respondió el niño. Y replicó la mujer: - Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se refleja en la chimenea. Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino.

Cuando estuvieron en medio del bosque, dijo el padre: - Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío. Hänsel y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer: - Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros.

Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su pedacito de pan. Y como oían el ruido de los hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados, el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos. Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo: - ¿Cómo saldremos del bosque? Pero Hänsel la consoló: - Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino. Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo de la mano a su hermanita, guiose por las guijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que, al verlos, exclamó: - ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver! El padre, en cambio, se alegró de que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado.

Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país, y los niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su marido: - Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y sanseacabó. Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro del bosque para que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvación para nosotros. Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: "Mejor harías partiendo con tus hijos el último bocado." Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de reproches e improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y, así, el hombre no tuvo valor para negarse.

Pero los niños estaban aún despiertos y oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con intención de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla: - No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará.

A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de la cama y les dio su pedacito de pan, más pequeño aún que la vez anterior. Camino del bosque, Hänsel iba desmigajando el pan en el bolsillo y, deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer miguitas en el suelo. - Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te entretengas! - Estoy mirando mi palomita, que desde el tejado me dice adiós. - ¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol de la mañana, que brilla en la chimenea. Pero Hänsel fue sembrando de migas todo el camino.

La madrastra condujo a los niños aún más adentro del bosque, a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer les dijo: - Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una siestecita. Nosotros vamos por leña; al atardecer, cuando hayamos terminado, volveremos a recogemos. A mediodía, Gretel partió su pan con Hänsel, ya que él había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se despertaron cuando era ya de noche oscura. Hänsel consoló a Gretel diciéndole: - Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarán el camino de vuelta. Cuando salió la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hänsel a Gretel: - Ya daremos con el camino -pero no lo encontraron. Anduvieron toda la noche y todo el día siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque; sufrían además de hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos silvestres, recogidos del suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas se negaban ya a sostenerlos, echáronse al pie de un árbol y se quedaron dormidos.

Y amaneció el día tercero desde que salieron de casa. Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más en el bosque. Si alguien no acudía pronto en su ayuda, estaban condenados a morir de hambre. Pero he aquí que hacia mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama de un árbol; y cantaba tan dulcemente, que se detuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y emprendió el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyo tejado se posó; y al acercarse vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de bizcocho, y las ventanas eran de puro azúcar. - ¡Mira qué bien! -exclamó Hänsel-, aquí podremos sacar el vientre de mal año. Yo comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar la ventana, verás cuán dulce es. Se encaramó el niño al tejado y rompió un trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba en los cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía del interior:
"¿Será acaso la ratita
la que roe mi casita?"
Pero los niños respondieron:
"Es el viento, es el viento
que sopla violento."
Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hänsel, que encontraba el tejado sabrosísimo, desgajó un buen pedazo, y Gretel sacó todo un cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos. Abrióse entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en una muleta. Los niños se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenían en las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo: - Hola, pequeñines, ¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño. Y, cogiéndolos de la mano, los introdujo en la casita, donde había servida una apetitosa comida: leche con bollos azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó a dos camitas con ropas blancas, y Hänsel y Gretel se acostaron en ellas, creyéndose en el cielo.

La vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había construido la casita de pan con el único objeto de atraerlos. Cuando uno caía en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero, en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy lejos ventean la presencia de las personas. Cuando sintió que se acercaban Hänsel y Gretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: "¡Míos son; éstos no se me escapan!." Levantóse muy de mañana, antes de que los niños se despertasen, y, al verlos descansar tan plácidamente, con aquellas mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: "¡Serán un buen bocado!." Y, agarrando a Hänsel con su mano seca, llevólo a un pequeño establo y lo encerró detrás de una reja. Gritó y protestó el niño con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigióse entonces a la cama de Gretel y despertó a la pequeña, sacudiéndola rudamente y gritándole: - Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo tengo en el establo y quiero que engorde. Cuando esté bien cebado, me lo comeré. Gretel se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los mandatos de la bruja.

Desde entonces a Hänsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras Gretel no recibía sino cáscaras de cangrejo. Todas las mañanas bajaba la vieja al establo y decía: - Hänsel, saca el dedo, que quiero saber si estás gordo. Pero Hänsel, en vez del dedo, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía la vista muy mala, pensaba que era realmente el dedo del niño, y todo era extrañarse de que no engordara. Cuando, al cabo de cuatro semanas, vio que Hänsel continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo: - Anda, Gretel -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu hermano, mañana me lo comeré. ¡Qué desconsuelo el de la hermanita, cuando venía con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas! "¡Dios mío, ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen devorado las fieras del bosque; por lo menos habríamos muerto juntos!." - ¡Basta de lloriqueos! -gritó la vieja-; de nada han de servirte.

Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua el caldero y encender fuego. - Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado el horno y preparado la masa -. Y de un empujón llevó a la pobre niña hasta el horno, de cuya boca salían grandes llamas. Entra a ver si está bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja. Su intención era cerrar la puerta del horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela también. Pero Gretel le adivinó el pensamiento y dijo: - No sé cómo hay que hacerlo; ¿cómo lo haré para entrar? - ¡Habráse visto criatura más tonta! -replicó la bruja-. Bastante grande es la abertura; yo misma podría pasar por ella -y, para demostrárselo, se adelantó y metió la cabeza en la boca del horno. Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era de oír la de chillidos que daba la bruja! ¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada hechicera hubo de morir quemada miserablemente.

Corrió Gretel al establo donde estaba encerrado Hänsel y le abrió la puerta, exclamando: ¡Hänsel, estamos salvados; ya está muerta la bruja! Saltó el niño afuera, como un pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno del otro, y qué de abrazos y besos! Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa de la bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas. - ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hänsel, llenándose de ellas los bolsillos. Y dijo Gretel: - También yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llenó el delantal de pedrería. - Vámonos ahora -dijo el niño-; debemos salir de este bosque embrujado -. A unas dos horas de andar llegaron a un gran río. - No podremos pasarlo -observó Hänsel-, no veo ni puente ni pasarela. - Ni tampoco hay barquita alguna -añadió Gretel-; pero allí nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a pasar el río -.
Y gritó:
"Patito, buen patito mío Hänsel y Gretel han llegado al río.
No hay ningún puente por donde pasar;
¿sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?."
Acercóse el patito, y el niño se subió en él, invitando a su hermana a hacer lo mismo. - No -replicó Gretel-, sería muy pesado para el patito; vale más que nos lleve uno tras otro. Así lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el bosque les fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, descubrieron a lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraron como una tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no había tenido una sola hora de reposo desde el día en que abandonara a sus hijos en el bosque; y en cuanto a la madrastra, había muerto. Volcó Gretel su delantal, y todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hänsel vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante vivieron los tres felices. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Análisis y adaptación

Este cuento lo he elegido porque mi hermano me lo contaba cuando yo era pequeño.
Dicho cuento lo utilizaría para quinto de primaria, ya que en esta edad la mayoría de alumnos son más maduros. En el cuento podemos ver reflejado la toma de decisiones, algunas veces hay que elegir entre dos o más acciones, y tenemos que ver las ventajas e inconvenientes que existen. También, podemos ver como en aquella época pasaban hambre, un problema del siglo actual en el que estamos.

Para trabajar este cuento en clase, podemos hacer una serie de preguntas que estén relacionadas con los temas que aparecen en el cuento: hambre, familia o toma de decisiones.
- ¿Cuándo te enfrentas a un problema pides ayuda o lo resuelves solo?
- ¿Qué importancia tiene tu familia en tú día a día?
- ¿Ayudáis a las personas que no pueden comer?

En cuanto a la simbología de esta historia, podemos ver como Hansel y Gretel representan a los niños inocentes de corta edad. La bruja personifica al egoísmo, anteponiendo su interés al ajeno, y por último, el padre les tiene mucho cariño y no los quiere abandonar, pero la madrastra sí, ya que no son sus hijos legítimos.

Si tuviera que cambiar algo de este texto serian estas palabras:
Cavilar por reflexionar o pensar.
Ventear por poner o sacar algo.
Improperio por insulto o injuria.

Si acercamos este tipo de historias a los alumnos podemos llegar a trabajar en clase lo que ocurre en la vida real. Los pequeños problemas del día a día son un hecho real, y por lo cual, hay que saber resolverlos de la mejor manera posible. 


El lobo y las siete cabritillas


Érase una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, a las que quería tan tiernamente como una madre puede querer a sus hijos. Un día quiso salir al bosque a buscar comida y llamó a sus pequeñuelas. "Hijas mías," les dijo, "me voy al bosque; mucho ojo con el lobo, pues si entra en la casa os devorará a todas sin dejar ni un pelo. El muy bribón suele disfrazarse, pero lo conoceréis enseguida por su bronca voz y sus negras patas." Las cabritas respondieron: "Tendremos mucho cuidado, madrecita. Podéis marcharos tranquila." Despidióse la vieja con un balido y, confiada, emprendió su camino.

No había transcurrido mucho tiempo cuando llamaron a la puerta y una voz dijo: "Abrid, hijitas. Soy vuestra madre, que estoy de vuelta y os traigo algo para cada una." Pero las cabritas comprendieron, por lo rudo de la voz, que era el lobo. "No te abriremos," exclamaron, "no eres nuestra madre. Ella tiene una voz suave y cariñosa, y la tuya es bronca: eres el lobo." Fuese éste a la tienda y se compró un buen trozo de yeso. Se lo comió para suavizarse la voz y volvió a la casita. Llamando nuevamente a la puerta: "Abrid hijitas," dijo, "vuestra madre os trae algo a cada una." Pero el lobo había puesto una negra pata en la ventana, y al verla las cabritas, exclamaron: "No, no te abriremos; nuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Eres el lobo!" Corrió entonces el muy bribón a un tahonero y le dijo: "Mira, me he lastimado un pie; úntamelo con un poco de pasta." Untada que tuvo ya la pata, fue al encuentro del molinero: "Échame harina blanca en el pie," díjole. El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna tropelía, negóse al principio, pero la fiera lo amenazó: "Si no lo haces, te devoro." El hombre, asustado, le blanqueó la pata. Sí, así es la gente.

Volvió el rufián por tercera vez a la puerta y, llamando, dijo: "Abrid, pequeñas; es vuestra madrecita querida, que está de regreso y os trae buenas cosas del bosque." Las cabritas replicaron: "Enséñanos la pata; queremos asegurarnos de que eres nuestra madre." La fiera puso la pata en la ventana, y, al ver ellas que era blanca, creyeron que eran verdad sus palabras y se apresuraron a abrir. Pero fue el lobo quien entró. ¡Qué sobresalto, Dios mío! ¡Y qué prisas por esconderse todas! Metióse una debajo de la mesa; la otra, en la cama; la tercera, en el horno; la cuarta, en la cocina; la quinta, en el armario; la sexta, debajo de la fregadera, y la más pequeña, en la caja del reloj. Pero el lobo fue descubriéndolas una tras otra y, sin gastar cumplidos, se las engulló a todas menos a la más pequeñita que, oculta en la caja del reloj, pudo escapar a sus pesquisas. Ya ahíto y satisfecho, el lobo se alejó a un trote ligero y, llegado a un verde prado, tumbóse a dormir a la sombra de un árbol.

Al cabo de poco regresó a casa la vieja cabra. ¡Santo Dios, lo que vio! La puerta, abierta de par en par; la mesa, las sillas y bancos, todo volcado y revuelto; la jofaina, rota en mil pedazos; las mantas y almohadas, por el suelo. Buscó a sus hijitas, pero no aparecieron por ninguna parte; llamólas a todas por sus nombres, pero ninguna contestó. Hasta que llególe la vez a la última, la cual, con vocecita queda, dijo: "Madre querida, estoy en la caja del reloj." Sacóla la cabra, y entonces la pequeña le explicó que había venido el lobo y se había comido a las demás. ¡Imaginad con qué desconsuelo lloraba la madre la pérdida de sus hijitas!

Cuando ya no le quedaban más lágrimas, salió al campo en compañía de su pequeña, y, al llegar al prado, vio al lobo dormido debajo del árbol, roncando tan fuertemente que hacía temblar las ramas. Al observarlo de cerca, parecióle que algo se movía y agitaba en su abultada barriga. ¡Válgame Dios! pensó, ¿si serán mis pobres hijitas, que se las ha merendado y que están vivas aún? Y envió a la pequeña a casa, a toda prisa, en busca de tijeras, aguja e hilo. Abrió la panza al monstruo, y apenas había empezado a cortar cuando una de las cabritas asomó la cabeza. Al seguir cortando saltaron las seis afuera, una tras otra, todas vivitas y sin daño alguno, pues la bestia, en su glotonería, las había engullido enteras. ¡Allí era de ver su regocijo! ¡Con cuánto cariño abrazaron a su mamaíta, brincando como sastre en bodas! Pero la cabra dijo: "Traedme ahora piedras; llenaremos con ellas la panza de esta condenada bestia, aprovechando que duerme." Las siete cabritas corrieron en busca de piedras y las fueron metiendo en la barriga, hasta que ya no cupieron más. La madre cosió la piel con tanta presteza y suavidad, que la fiera no se dio cuenta de nada ni hizo el menor movimiento.

Terminada ya su siesta, el lobo se levantó, y, como los guijarros que le llenaban el estómago le diesen mucha sed, encaminóse a un pozo para beber. Mientras andaba, moviéndose de un lado a otro, los guijarros de su panza chocaban entre sí con gran ruido, por lo que exclamó:
"¿Qué será este ruido
que suena en mi barriga?
Creí que eran seis cabritas,
mas ahora me parecen chinitas."

Al llegar al pozo e inclinarse sobre el brocal, el peso de las piedras lo arrastró y lo hizo caer al fondo, donde se ahogó miserablemente. Viéndolo las cabritas, acudieron corriendo y gritando jubilosas: "¡Muerto está el lobo! ¡Muerto está el lobo!" Y, con su madre, pusiéronse a bailar en corro en torno al pozo.

Análisis y adaptación

He elegido este cuento porque en mi primer año de prácticas lo leí en clase.

Este cuento lo trabajaría con la clase de segundo de primaria, ya que esta historia trata un tema fundamental en la vida de los pequeños, la familia. Para estos, la familia lo es todo en sus vidas, debido a que son las personas que les cuidan y les apoyan en su día a día. En la historia, podemos ver que también aparece la mentira, tema del que hay que hablar con los niños, porque las cosas negativas no se pueden dejar al azar. Hay que hacer comprender al alumno que la mentira está mal, y no se debe mentir nunca. Consecuentemente, tenemos que hablar sobre la valentía de la pequeña cabritilla, la cual salva a sus hermanas de la tripa del lobo.

A la hora de trabajar este cuento en clase, podemos hacer una serie de preguntas, para que el ritmo de la clase sea regular y hablen la mayoría posible:
- ¿Cómo creéis que se sintió la madre cuando se enteró de que le habían quitado a sus cabritillas?
- ¿Te parece valiente la cabritilla pequeña?
- Si tuvieras que elegir a un protagonista ¿cual elegirías?
- Explicar lo que es un refrán y enseñarles el siguiente refrán: Las mentiras tienen las patas muy cortas.

En cuanto a la simbología de este texto, podemos ver como el lobo representa a la mentira, engaña a las cabritillas varias veces para que le abran la puerta. Las cabritillas personifican a la inocencia, ellas no piensan que puede ser el lobo porque no ven rasgos físicos. Y, por último, la cabritilla pequeña y la madre simbolizan la valentía, las dos quieren salvar a las cabritillas cueste lo que cueste.

Si tuviera que cambiar algo de este texto serian estas palabras:
Rufián por granuja o pícaro.
Ahíto por saciado o lleno.
Jofaina por cubo, tinaja o vasija.

Para acabar, creo que desde mi humilde opinión es un buen cuento para trabajar en clase, y ayudar a los alumnos a que comprendan el mundo.

El músico prodigioso




Había una vez un músico prodigioso que vagaba solito por el bosque dándole vueltas a la cabeza. Cuando ya no supo en qué más pensar, dijo para sus adentros: "En la selva se me hará largo el tiempo, y me aburriré; tendría que buscarme un buen compañero." Descolgó el violín que llevaba suspendido del hombro y se puso a rascarlo, haciendo resonar sus notas entre los árboles. A poco se presentó el lobo, saliendo de la maleza. "¡Ay! Es un lobo el que viene. No es de mi gusto ese compañero," pensó el músico. Pero el lobo se le acercó y le dijo: "Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender." - "Pues no te será difícil," respondióle el violinista, "si haces todo lo que yo te diga." - "Sí, músico," asintió el lobo, "te obedeceré como un discípulo a su maestro." El músico le indicó que lo siguiera, y, tras andar un rato, llegaron junto a un viejo roble, hueco y hendido por la mitad. "Mira," dijo el músico, "si quieres aprender a tocar el violín, mete las patas delanteras en esta hendidura." Obedeció el lobo, y el hombre, cogiendo rápidamente una piedra y haciéndola servir de cuña, aprisionó las patas del animal tan fuertemente, que éste quedó apresado, sin poder soltarse. "Ahora aguárdame hasta que vuelva," dijo el músico y prosiguió su camino.

Al cabo de un rato volvió a pensar: "En el bosque se me va a hacer largo el tiempo, y me aburriré; tendría que buscarme otro compañero." Cogió su violín e hizo sonar una nueva melodía. Acudió muy pronto una zorra, deslizándose entre los árboles. "Ahí viene una zorra," pensó el hombre. "No me gusta su compañía." Llegóse la zorra hasta él y dijo: "Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender." - "No te será difícil," contestó el músico, "sólo debes hacer cuanto yo te mande." - "Sí, músico," asintió la zorra, "te obedeceré como un discípulo a su maestro." - "Pues sígueme ordenó él." Y no tardaron en llegar a un sendero, bordeado a ambos lados por altos arbustos. Detúvose entonces el músico y, agarrando un avellano que crecía en una de las márgenes, lo dobló hasta el suelo, sujetando la punta con un pie; hizo luego lo mismo con un arbolillo del lado opuesto y dijo al zorro: "Ahora, amiguito, si quieres aprender, dame la pata izquierda de delante." Obedeció la zorra, y el hombre se la ató al tronco del lado izquierdo. "Dame ahora la derecha," prosiguió. Y sujetóla del mismo modo en el tronco derecho. Después de asegurarse de que los nudos de las cuerdas eran firmes, soltó ambos arbustos, los cuales, al enderezarse, levantaron a la zorra en el aire y la dejaron colgada y pataleando. "Espérame hasta que regrese," díjole el músico, y reemprendió su ruta.

Al cabo de un rato, volvió a pensar: "El tiempo se me va a hacer muy largo y aburrido en el bosque; veamos de encontrar otro compañero." Y, cogiendo el violín, envió sus notas a la selva. A sus sones acercóse saltando un lebrato: "¡Bah!, una liebre," pensó el hombre, "no la quiero por compañero." - "Eh, buen músico," dijo el animalito. "Tocas m y bien; me gustaría aprender." - "Es cosa fácil," respondió él, "siempre que hagas lo que yo te mande." - "Sí, músico," asintió el lebrato, "te obedeceré como un discípulo a su maestro." Caminaron, pues, juntos un rato, hasta llegar a un claro del bosque en el que crecía un álamo blanco. El violinista ató un largo bramante al cuello de la liebre, y sujetó al árbol el otro cabo. "¡Ala! ¡Deprisa! Da veinte carreritas alrededor del álamo," mandó el hombre al animalito, el cual obedeció. Pero cuando hubo terminado sus veinte vueltas, el bramante se había enroscado otras tantas en torno al tronco, quedando el lebrato prisionero; por más tirones y sacudidas que dio, sólo lograba lastimarse el cuello con el cordel. "Aguárdame hasta que vuelva," le dijo el músico, alejándose.

Mientras tanto, el lobo, a fuerza de tirar, esforzarse y dar mordiscos a la piedra, había logrado, tras duro trabajo, sacar las patas de la hendidura. Irritado y furioso, siguió las huellas del músico, dispuesto a destrozarlo. Al verlo pasar la zorra, púsose a lamentarse y a gritar con todas sus fuerzas: "Hermano lobo, ayúdame. ¡El músico me engañó!" El lobo bajó los arbolillos, cortó la cuerda con los dientes y puso en libertad a la zorra, la cual se fue con él, ávida también de venganza. Encontraron luego a la liebre aprisionada, desatáronla a su vez, y, los tres juntos, partieron en busca del enemigo.

En esto el músico había vuelto a probar suerte con su violín, y esta vez con mejor fortuna. Sus sones habían llegado al oído de un pobre leñador, el cual, quieras que no, hubo de dejar su trabajo y, hacha bajo el brazo, dirigióse al lugar de donde procedía la música. "Por fin doy con el compañero que me conviene," exclamó el violinista, "un hombre era lo que buscaba, y no alimañas salvajes." Y púsose a tocar con tanto arte y dulzura, que el pobre leñador quedóse como arrobado, y el corazón le saltaba de puro gozo. Y he aquí que en esto vio acercarse al lobo, la zorra y la liebre, y, por sus caras de pocos amigos, comprendió que llevaban intenciones aviesas. Entonces el leñador blandió la reluciente hacha y colocóse delante del músico como diciendo: "Tenga cuidado quien quiera hacerle daño, pues habrá de entendérselas conmigo." Ante lo cual, los animales se atemorizaron y echaron a correr a través del bosque, mientras el músico, agradecido, obsequiaba al leñador con otra bella melodía.

Análisis y adaptación

Este cuento lo he elegido porque yo soy músico y me encanta la música.

Esta historia la trabajaría para cuarto de primaria porque habla acerca de la amistad. Este tema hay que tratarlo con los alumnos, ya que es de vital importancia tener unos buenos amigos, para que nos ayuden, pasen tiempo con nosotros, o simplemente nos hagan reír.

Además, podemos ver como este texto también habla de la música, asignatura que habría que reforzar en nuestra educación, ya que no se le da la importancia que tiene.
Para relacionar este cuento con los alumnos, haría las siguientes preguntas:
- ¿Qué es la amistad?
- ¿Consideráis importante tener amigos?
- ¿Es más feliz el que más amigos tiene?
- ¿Os gusta la música?
- ¿Tocáis algún instrumento?

Consecuentemente, la simbología de este fragmento está relacionada con la amistad. El músico quería tener un amigo porque se aburría él solo, y no para hasta encontrar al correcto. Muchas veces en la vida nos desilusionamos porque nos cuesta llegar a la clave de la cuestión. Pues bien, a través de esta historia vemos como poco a poco llegamos hasta donde queremos, aunque nos cueste mucho esfuerzo, dedicación y trabajo.

Creo que el vocabulario de este texto es acorde a la edad de cuarto de primaria. Es verdad, que siempre hay alguna palabra que no la conocemos, esto es lo que hace a la lectura un bagaje ideal para nuestra vida. Si tuviera que cambiar alguna palabra sería:
Hendido por abertura o grieta.
Bramante por cordel o hilo.

Pienso que en este cuento se relaciona música con amistad, lo cual me parece extraordinario, ya que la música es un idioma universal y abre las puertas para conocer gente maravillosa de todo el mundo.

Conclusión

Con este trabajo he descubierto los textos folclóricos, los cuales a lo largo de los años han ido pasando a través del habla. Esto quiere decir que no tienen un autor fijo, ya que  cuando cuentas una historia a través del habla, se te olvidan cosas y añades otras nuevas.

A través de esta literatura podemos dotar a los alumnos de ingenio y sabiduría. No es tan difícil de  llevarla al aula, lo único que tenemos  que hacer es una buena selección y adaptación del texto,  para que este acorde con la edad que lo vamos a trabajar.

En conclusión, hay que acercar el mundo de la literatura a los alumnos para que comprendan que son una herramienta de imaginación, creatividad y diversión, que da lugar a  un vehículo para viajar sin movernos del sitio.  

Bibliografía




Teoría de la  Literatura Española, Literatura Infantil y Educación literaria. Irune Labajo

Comentarios

  1. Muy bien Ten en cuenta siempre que tú, como maestro, debes analizar la simbología de los cuentos que elijas para trabajar, pero no puedes inculcarles a los niños tu propia interpretación ni la interpretación adulta y moralizadora. Tienes que darles a los cuentos un uso literario, no literario.
    Las preguntas sirven para orientar su comprensión connotativa a través de buenas preguntas, no de respuestas. No se trata, por tanto, de elegir cuentos que, según tu criterio, enseñen o trabajen aspectos personales o sociales, sino de elegir historias llenas de simbolismo que permitan a los niños extraer sus propias conclusiones y compartirlas con sus compañeros.

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